El doctor en Geografía y Ordenamiento Territorial habla de sus investigaciones, que han sido utilizadas por algunas comunidades indígenas, como en el caso del lonko Alberto Curamil. «El Convenio 169 de la OIT dice que los pueblos indígenas tienen derecho al reconocimiento de su tierra, territorio y territorialidad, pero Chile lo hace a través de la tierra titulada».
En 2012 hubo un hito que marcó el quehacer investigativo de Pablo Mansilla Quiñones, Doctor en Geografía y Ordenamiento Territorial por la Universidad Federal Fluminense (Brasil). Ese año, se realizó el Seminario Internacional sobre Integración Latinoamericana Desde Abajo, que reunía movimientos sociales de la región que estaban en lucha por autonomía territorial.
“Trabajaba en la la Escuela de Geografía de la Academia de Humanismo Cristiano, y ahí tuve la posibilidad de conocer esas experiencias y visitar varios territorios. Por ejemplo, estuvimos en Bolivia con la gente de la escuela del agua en Cochabamba, que fue un caso bien emblemático de las guerras por el agua. También en Venezuela con comunidades de Wayuu, Añu y Barí con jóvenes indígenas. Ahí empezamos un mapeo participativo, con cartografía indígena, con el fin de desarrollar material que permitiera fortalecer procesos comunitarios de disputa territorial”.
Cuando regresó a Chile comenzó a trabajar con organizaciones, en particular con la Alianza Territorial Mapuche. Con ellos, desarrolló un método de investigación de acción participativa. «Es una metodología de trabajo con comunidades en el fortalecimiento de temas de conocimiento territorial. Ahí trabajamos en Ercilla, Curacautín, Nueva Imperial”, señala Mansilla, también profesor adjunto del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde además dirige el laboratorio de investigación Territorios Alternativos.
Mansilla, editor general de la Revista Geográfica de Valparaíso, es uno de los autores del libro Cartografía cultural del wallmapu: Elementos para descolonizar el mapa en territorio mapuche (Pablo Mansilla Quiñones, Miguel Melín Pehuén, Manuela Royo Letelier. LOM, 2019).
Dicha publicación fue clave para detener la construcción de dos centrales hidroeléctricas, Río Blanco y doña Alicia en territorio de Curacautín. Miguel Melin participó en el informe sociocultural-antropológico, Pablo Mansilla, en el plano geográfico-territorial y la abogada Manuela Royo en el ámbito jurídico. Durante este mismo proceso, el lonko Alberto Curamil, fue detenido y estuvo encarcelado durante 16 meses, pese a ser inocente, y fue su hija, Belén Curamil, quien asumió la vocería y presentó el libro.
En esta entrevista con INTERFERENCIA, Pablo Mansilla profundiza en su trabajo, que ha sido utilizado por algunas comunidades como una herramienta política en el marco del conflicto territorial. Además, ahonda cómo los títulos de merced, entregados por el Estado chileno al pueblo mapuche cuando concluyó el proceso de ocupación militar de la Araucanía, afectan a las comunidades. “El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dice expresamente que los pueblos indígenas tienen derecho al reconocimiento de su tierra, territorio y territorialidad. Sin embargo, si bien Chile suscribe el convenio, lo hace a través de la tierra titulada, es decir, las que están a través de título de merced o compras de tierras de Conadi a través de subsidio”.
-¿Cómo fue el proceso de investigación que permitió detener dos proyectos hidroeléctricos?
Hicimos una adaptación específica, ya que cada metodología se va adaptando a los conocimientos, a las prácticas culturales locales y a los conflictos que se están enfrentando los territorios. En Chile hay varios investigadores mapuche y no mapuche que están desarrollando mapeos indígenas con metodologías diversas.
Empezamos a trabajar el año 2013 con cuatro lof mapuche, Quilape López, Liempi Colipi, Benancio Huenchupan y Pancho Curamil de la comuna de Curacautín. Ahí empezamos un proceso de construcción de mapa mapuche para poder contraargumentar la instalación de proyectos de centrales hidroeléctricas y también justificar procesos de recuperación y control territorial por forestales que están en esa zona. Al principio fue un trabajo bien intuitivo, lo planteamos en esta lógica de la investigación-acción participativa, que implica que los profesionales salimos de esta posición jerárquica y trabajamos de forma horizontal. Entonces, tanto nosotros como la comunidades se vuelven investigadores, siendo actores activos en la producción de conocimiento que tiene como objetivo principal no hacer libros ni artículos, sino que apuntan a procesos emancipatorios, a una disputa territorial y política.
La metodología se basó en tres ejes. Primero, fue mapear los territorios ancestrales, los lof, como la unidad ancestral mapuche, no la reducción. Lo segundo, fue trabajar con la idea de territorialidad, que la entendemos como la expresión de las prácticas culturales sobre el territorio, eso es súper interesante, porque es una idea poco tratada, por ejemplo las prácticas económicas, culturales, de conexión espiritual o búsqueda piñón en ciertos territorios, es decir, que va marcando el uso cotidiano del territorio. Y, en tercer lugar, mapeamos los lugares de significación cultural, con un trabajo de toponimia, es decir, de los nombres de los lugares que tienen un relato ancestral. Por ejemplo, en Curacautín muchos topónimos dan cuenta de saberes y de formas de usos ancestral.
«También hay una búsqueda de carácter personal, uno va conociendo otras geografías y conocimientos territoriales que no aparecen en los libros oficiales, ni en el conocimiento tradicional, sino que surgen en la praxis, en la práctica misma de los territorios. Hay hartas cosas que se aprenden y desde nuestras disciplinas vamos cuestionado concepciones tradicionales sobre lo que hemos entendido por nuestro campo de estudio».
Lo otro importante, es que aplicamos un protocolo mapuche, una estructura en las formas de conversación y de diálogo político al interior de las comunidades, como en los trawun, de intercambio de conocimientos. Entonces los espacios que generamos para desarrollar esta metodología siempre integraba esa forma de construcción de conocimiento comunitaria mapuche. Además, indagamos en formas de lenguaje cartográfico que fueran propiamente mapuche, un ejemplo de eso, en todos los mapas que publicamos no están orientados hacia el norte, sino hacia el este. Esto que es un lenguaje cartográfico super tradicional, que uno mira un mapa y siempre el hemisferio norte aparece hacia arriba, era cuestionado por las comunidades. Finalmente los pusimos intencionamiendante hacia donde sale el sol, hacia el este.
-Tu trabajo se convierte entonces en una herramienta política para las comunidades, ¿cuál es tu motivación como investigador para llevar a cabo este trabajo?
Actualmente, al interior de las universidades, existe también un proceso de cambios, en el sentido que nosotros entendemos también ciertos privilegios que hemos tenido, como acceder a títulos, grados, herramientas técnicas, que requieren buscar otras formas de relación con comunidades de disputa por sus derechos. Es súper importante cómo podemos participar dentro de estos proceso, de alguna forma devolviendo estas posibilidades que no están en los territorios. En mi caso, también hay una búsqueda de carácter personal, uno va conociendo otras geografías y conocimientos territoriales que no aparecen en los libros oficiales, ni en el conocimiento tradicional, sino que surgen en la praxis, en la práctica misma de los territorios. Hay hartas cosas que se aprenden y desde nuestras disciplinas vamos cuestionado concepciones tradicionales sobre lo que hemos entendido por nuestro campo de estudio.
Actualmente entendemos que estos conocimientos territoriales que estamos viendo, que son practicados desde las comunidades, son los espacios en donde hoy en día existe la construcción de propuestas alternativas en un contexto de crisis sistémica de la modernidad. Por ejemplo, cuando vemos el fracaso de la modernidad en términos del cambio climático, de los efectos que hoy genera una pandemia, vemos un discurso que ya está agotado y por eso es fundamental tomar estas alternativas de epistemología, que son categorías que se movilizan políticamente siguiendo la línea que plantea Boaventura de Sousa Santos.
Te pongo un caso súper específico, la idea del trawumen, la idea de límite o frontera desde la perspectiva mapuche. La literatura tradicional dice que la frontera es un lugar donde se confrontan dos fuerzas políticas, un lugar de división, pero desde la perspectiva mapuche, eso se llama trawumen, es decir, un lugar donde existe un encuentro entre dos territorios, no es lo que separa, sino un encuentro de dos lof, por ejemplo.
Otro ejemplo tiene que ver con el aukinko, que es el murmullo del agua, del río. Uno de los elementos fuerte de oposición, era precisamente que la instalación de centrales hidroeléctricas iba a transformar este paisaje sonoro, sonidos de ciertas rocas dentro del río. Eso, por ejemplo, es una forma totalmente diferente de pensar la geografía y de aproximarse a ella.
-¿Le ha costado validar este campo de investigación en el mundo de la academia?
Es difícil. He trabajado en varias universidades chilenas y en general vemos que como estructura no está preparada para estas formas de trabajo, que involucra precisamente a la comunidad como actores relevantes dentro de los procesos. Muchas veces, cuando se integran, aparecen más bien como discursos vinculados con la gobernanza o participación ciudadana, que son conceptos súper compartidos desde una lógica bien neoliberal, como para blanquear ciertos procesos de falsa participación.
«Luego que Alberto Curamil ganó el premio Goldman, muchas personas llegaron a hacer investigaciones, tesis o documentales que no se sabe dónde están, entonces hay que ser cuidadoso con eso, respetar y retribuir a la comunidad, de lo contrario es extractivismo académico».
En algunos casos he tenido problemas con trabajos más comprometidos políticamente, o por el uso de un lenguaje más directo, por ejemplo, al hablar de usurpación territorial, capitalismo, colonialismo interno. En algunas universidades tuve problema por eso, no donde estoy actualmente. A la vez, cuando uno está en este trabajo, tiene un doble desafío, existe una cuestión que tiene que ver con los tiempos y en generan confianzas con las propias comunidades involucradas, para transformarse en un interlocutor válido que no pase a llevar procesos y conocimientos propios de la comunidad.
Luego que Alberto Curamil ganó el premio Goldman, muchas personas llegaron a hacer investigaciones, tesis o documentales que no se sabe dónde están, entonces hay que ser cuidadoso con eso, respetar y retribuir a la comunidad, de lo contrario es extractivismo académico.
-Al parecer eres uno de los pioneros en el trabajo de cartografías indígenas…
En Chile hay un campo emergente de trabajo, algunos los están llamando como Geografía Indígena, yo prefiero no llamarla así, porque la categoría «indígena» no se usa mucho dentro de los espacios en los que participo, más bien geografía mapuche. Hay harta gente que está haciendo este trabajo a nivel nacional. Hay dos números especiales que salieron de la Revista Geográfica Norte Grande y en la Revista Geográfica del Sur, ahí está todo el inicio de la discusión que hizo una colega, que su trabajo es super bueno, Viviana Huliñir. Está también Sebastián Sepúlveda o el trabajo de Simón Crisóstomo Loncopan, que no tiene artículos científicos, pero es werken (vocero) de un territorio y geógrafo, él está desarrollado un proceso de metodología que es diferente al mío y a la de Viviana. Irène Hirt, también tienen metodología propia, pero todos nos conocemos. Además, hay colegas que han trabajado con pueblos indígenas del norte también.
Yo diría más bien que lo que ocurre, es que hay un cambio general a nivel global en los trabajos geográficos que tiene que ver con el giro de los estudios decoloniales. Hoy día la mayoría de los campos de conocimiento de Ciencias Sociales están recuestionando sus marcos teóricos, conceptuales y metodológicos, porque siempre han sido muy eurocéntricos y se empieza a repensar desde América Latina, desde los territorios locales.
Actualmente existen una serie de experiencias de cartografía indígena en toda América. Hemos tenido la posibilidad de estar en diálogo con esas experiencias, particularmente en Canadá y Estados Unidos, en todos los temas de conflicto de las Primeras Naciones, que han trabajado mucho con los conocimientos territoriales y las argumentaciones a través de la cartografía indígena. Hay ejemplos muy interesantes como en México, donde está la organización Geocomunes, que generan información territorial de los impactos que estos proyectos extractivos generan en comunidades, que son el movimiento en oposición al tren maya. En el caso de América Latina también está La Nueva Cartografía Social Amazónica, que es un trabajo con comunidades indígenas de la amazonía, que están enfrentadas a procesos de usurpación de tierra y por cultivos transgénicos de soya y otros. También está el Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador que es un grupo diverso de personas que están desarrollando manuales y metodologías indígenas.
Títulos de merced
-¿Cómo utiliza los títulos de merced en sus investigaciones?
El título merced surge a finales del siglo XIX como un reconocimiento de tierra mapuche del estado-nación chileno después del proceso que implicó la «pacificación» de la Araucanía. Pero eso entendido desde la geografía, la formación socio-espacial que implica el título de merced, nosotros la entendemos como una expresión geográfica del colonialismo interno, es decir, el colonialismo no ejercido por la hegemonía europea, sino que por los estado-nación latinoamericanos sobre sus pueblos originarios.
Cuando hicimos la demanda en Curacautín, lo que argumentamos era que si bien los lugares donde se estaban instalando las centrales hidroeléctricas no eran tierras mapuche tituladas, sí correspondian al territorio y a la territorialidad ancestral de las comunidades. Cuando eso se validó en las instancias judiciales, marca también un hito, un precedente porque se está reconociendo que esos conceptos de territorio y territorialidad, son muchos más amplios que la propiedad de la tierra.
Ahí hay un tema súper interesante de entender, ¿qué es lo que se busca con esta figura de la reducción territorial? Por una parte se buscó fragmentar el territorio, donde un lof grande que reunía muchas familias posteriormente se vio dividido en fragmentos, donde las familias ya no tenían una articulación política, tampoco un reconocimiento familiar de su kupalme, de su linaje familiar, y se transformaron en desconocidos que habitan un mismo territorio.
Por otro lado, lo que llamamos las políticas de contención territorial de las demandas mapuche. Eso se ve hasta el día de hoy. Por ejemplo, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dice expresamente que los pueblos originarios tienen derecho al reconocimiento de su tierra, territorio y territorialidad. Sin embargo, si bien Chile suscribe el convenio, lo hace a través de la tierra titulada, es decir, las que están a través del título de merced o compras de tierras de Conadi a través de subsidio, pero los conceptos de tierra y territorialidad quedan abiertos a la interpretación del Estado, y no a los territorios ancestrales que estarían conformados por los lof.
El concepto territorialidad queda mucho más difuso todavía, no tiene una clara distinción. Lo que nosotros también hemos hecho con nuestros trabajos, especialmente lo que ha hecho la abogada Manuela Royo, tiene que ver con sentar jurisprudencia respecto de cómo pueden ser entendidos los conceptos de territorio y territorialidad.
Cuando hicimos la demanda en Curacautín, lo que argumentamos era que si bien los lugares donde se estaban instalando las centrales hidroeléctricas no eran tierras mapuche tituladas, sí correspondian al territorio y a la territorialidad ancestral de las comunidades. Cuando eso se validó en las instancias judiciales, marca también un hito, un precedente porque se está reconociendo que esos conceptos de territorio y territorialidad, son muchos más amplios que la propiedad de la tierra. Eso también pasó con el caso de la machi Francisca Linconao, anterior al caso Luchsinger Mackay. A ella se le reconoció un menoko que estaba fuera de su propiedad, pero era parte de su territorialidad y territorio ancestral. Eso se repite por cientos de casos en todo el Wallmapu, territorios que quedaron fuera de las reducciones.
Sobre esto mismo, hay lof por ejemplo que nunca recibieron títulos de merced, hay pérdidas de esos títulos también. El informe de Comisión de Verdad y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas de 2008 reconoce todos esos mecanismos de despojo de tierra, que incluso hay recientes, en los 90 todavía operaban mecanismos de pérdida de tierra al interior de los títulos de merced.
-¿Cómo repercute en los actuales conflictos?
El título de merced queda muy corto para dar cuenta de lo que son los territorios ancestrales. En Curacautín hicimos estimaciones de que tenían alrededor de 32.000 hectáreas y hoy las comunidades solo controlan el 0,6% de lo que es ese territorio, en relación al título de merced que tienen, es algo ínfimo, no alcanza a ser el 1% de lo que era el territorio ancestral.
Una cuestión que es súper preocupante, es que si uno mira actualmente los títulos de merced y los superpone con la información de la propiedad de la tierra, es decir, con las divisiones prediales, uno ve que al interior de esos títulos de merced existe un proceso de atomización profunda de la propiedad de la tierra mapuche. Eso quiere decir que al interior del titulo de merced, se calcula que en promedio cada uno entregaba como seis hectáreas para cada familia, pero a lo largo del siglo XX como la familia va creciendo, se va heredando la tierras a los hijos. Eso hace que un paño de seis hectáreas se vaya subdividiendo y lo que encuentras en muchos territorios hoy en día, como en Ercilla que es una zona que está en constante conflicto por sus tierras, ahí los niveles de atomización de la tierra llegan aproximadamente a personas que tienen 0,3 hectáreas de tierra. ¿Qué significa eso? que una familia que vive en esa zona, con esas condiciones de suelo, de monocultivo forestales y de trigo, con esa cantidad no hace absolutamente nada, eso implica también la desigualdad económica y los indicadores de pobreza que existen en esta zona. Como contraparte, tienes predios de forestales que tienen sobre 500 a 700 hectáreas de tierra.
Entonces, este tema de la propiedad de la tierra marca toda la historia de la Araucanía hasta el tiempo presente, hoy es mucho más agudo de lo que fue hace 100 años atrás, porque en cierta medida todo el poder político y económico, el capital sigue teniendo sus bases en la propiedad de la tierra. Dicen que con la recesión económica que viene, esto será mucho más significativo porque los capitales salen de la cuestión financiera y lo que hacen es irse al capital inmobiliario, compra de tierras, propiedades y desarrollo de infraestructuras. Por lo tanto, eso agudizará significativamente los conflictos de tierras en la Araucanía y en otras zonas de Chile.