Paula Huenchumil17/08/2020 – 04:45
La iniciativa en el que participan académicos y vecinos es parte de BioGeoArt de las universidades Católica de Valparaíso y Católica del Maule. Al seleccionar cada punto en el mapa aparece el detalle de los conflictos en rojo, o las iniciativas ecológicas, en verde.
Actualmente, Chile cuenta con diez reservas de biósfera que abarcan cerca 11,4 millones de hectáreas, de las cuales cerca de 3 millones corresponden a áreas marinas. Este concepto fue instituido en 1974, en el marco del Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la Unesco (MaB en su acrónimo en inglés), siendo “zonas de ecosistemas terrestres o costero/marinos, o una combinación de los mismos, reconocidas en el plano internacional”.
Según indica Unesco, a diferencia de los parques nacionales, las reservas de la biósfera “no son áreas dedicadas 100% a la conservación, sino que en ellas habitan personas y se realizan diversas actividades sociales y económicas. Su objetivo es servir de lugares de experimentación para integrar la conservación de la diversidad biológica y la gestión de los recursos naturales que las sociedades necesitamos para existir”.
Andrés Moreira, doctor en Ciencias Naturales de la Universidad de Erlangen-Nürnberg, Alemania, y director del Laboratorio de Biogeografía y Sistemas Territoriales Sustentables de PUCV, lidera el proyecto Anillos Conicyt GeoHumanidades y (Bio) Geografías Creativas que Abordan la Sostenibilidad y la Co-Conservación mediante Inmersión Rizomática BioGeoArt, desarrollado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y la Universidad Católica del Maule.
Dentro de las iniciativas de BioGeoArt se encuentra el desarrollo de un mapa que permite identificar los conflictos medioambientales de la reserva La Campana – Peñuelas, el que se nutre y evoluciona a través de información proporcionada por científicos y vecinos. El mapa se conoce como Atlas Colaborativo de la Reserva La Campana-Peñuelas, el cual representen conflictos y problemas ambientales, o al contrario, que generen un aporte para la conservación de la biodiversidad, y puede ser usado al principio de este artículo.
El origen del Atlas está en un curso dirigido a la comunidad en el marco de BioGeoArt, el que proyectan que en un futuro se convierta en una cátedra Unesco.
Este curso lo dirige Moreira junto al geógrafo y magíster en Áreas Silvestres y Conservación de la Naturaleza, Marcelo Leguía, en la Universidad de Playa Ancha, y en su primera versión de 2019 se tituló Reservas de la Biósfera: Modelos de gestión, teniendo como objetivo comprender el concepto reserva de la biósfera y la proyección de dicho concepto como modelo de sustentabilidad.
La actual versión está enfocada en la elaboración de este Atlas.
“Cada reserva tiene características bien distintas, pero en su mayoría tienen problemas propios de conservación en los que no se incluye a la comunidad. En ese sentido, lo que se viene haciendo este último tiempo es tratar que la academia, la comunidad y el servicio público, de alguna manera, funcionen juntos y es en esa línea donde aparece esta oportunidad de realizar este curso» dice Leguía.
«Nos dimos cuenta hace dos años que era necesario que la comunidad tuviese una formación desde el punto de vista medioambiental, para que cuando fueran a defenderse ante proyectos extractivistas, como por ejemplo ocurre en la reserva de Campana-Peñuelas”, complementa el científico.
La construcción del Atlas Colaborativo de Reservas de la Biósfera
“Diseñamos este curso para que se desarrollara en la reserva de la biosfera de la Campana-Peñuelas, pero también uno se da cuenta que esta reserva en particular tiene quizás los mayores problemas, porque convive con una serie de actividades productivas. Es compleja la situación, pero tratamos de hacer un semillero de conservación a través del curso, que ojalá lleguemos a más gente, estamos pensando en hacerlo en distintos puntos de la biósfera en Chile”, comenta Leguía.
“Es una mapa abierto, que se va construyendo, primero a través de un formulario en línea y esto va generando una geolocalización, lo más interesante de todo es que se está levantando desde la comunidad”, dice Leguía.
Para ser parte del proyecto, la plataforma cuenta con un sistema de corroboración automática basada en un software que está asociado a un formulario, y luego el geógrafo Pablo Mansilla, doctor en Geografía y Ordenamiento Territorial parte del equipo, y además autor del mapa que muestra cómo la expansión forestal presiona a los mapuche en la provincia de Arauco, corrobora la información. Además, quienes realizan el curso deben participar como requisito en el “mapeo colectivo” para la posterior certificación.
Los investigadores también explican que para participar en la iniciativa, los interesados deben incorporar en el mapa experiencias que representen conflictos ambientales, o que por el contrario, generen un aporte para la conservación de la biodiversidad. Además, las personas que participen en el mapa serán reconocidas como colaboradoras en la posterior publicación del Atlas Colaborativo de Reservas de la Biosfera.
Sobre otro de los desafíos del proyecto, Moreira, señala que “queremos transmitir es que el nombre reserva de la biósfera de La Campana – Peñuelas se internalice en toda su magnitud, porque la gente tiende a quedarse con La Campana. Tenemos que seguir trabajando en concientizar acerca de las bondades y desafíos de vivir una reserva de las bióesfera”, dice Moreira.
Mariella Traipe, estudiante del curso, comenta que “reconocernos como parte de la biósfera, también tiene que ver con un tema de gobernanza de los territorios y entender cómo funciona la planificación, porque luego llegan los proyectos extractivistas, y si no tenemos un equipo técnico que nos vayan guiando, a veces quedamos a manos cruzadas. Este curso ha permitido que vayamos adquiriendo herramientas prácticas y se vaya construyendo desde esa mirada, saber defender el territorio, aunque no deberíamos decir eso, es terrible pensarlo así, pero así funciona, deberíamos cuidarlo, vivirlo, habitarlo, no defenderlo”.
“Los representantes de los territorios, somos visto como peligro, es terrible esa percepción, a veces uno no sabe con quien hablar ciertas cosas porque no sabes que te puedes pasar a ti o a tus compañeros, simplemente por querer defender el espacio y territorio de todos”, dice Traipe.
Mientras que Sergio Espinoza, también participante del curso, concluye “la reserva de la biósfera genera formas de vida, la gente genera vínculos con sus territorios y esos vínculos se ven fuertemente arrebatados con las imposiciones de proyectos energéticos, inmobiliarios. El hecho de haber participado en de este curso es una responsabilidad, con la agrupación libres de alta tensión también, yo ahora hago una síntesis de lo que he aprendido y sigo vertiendo eso en mi trabajo, donde adquirir más herramientas conceptuales, porque nosotros partimos de los emotivo y esos es super importante no dejarlo de lado, porque si a ti no te mueve una fibra de tu ser el que estén dañando el medio ambiente, no te mueves de tu casa”.
La Campana – Peñuelas
De las diez reservas de la biosfera declaradas en el país, una de ellas, es la reserva de la biósfera La Campana-Peñuelas, declarada como tal el año 1984, donde destacan el Parque Nacional La Campana y La Reserva Nacional Lago Peñuelas. A día de hoy, la reserva cuenta con una superficie total de 241.787 hectáreas, incluyendo Til Til en la región Metropolitana.
“Nos aproximamos al paisaje desde nuestra disciplina desde una forma bastante tradicional, tratando de fragmentarlo, describir los aspectos del suelo, de la vegetación, las formas del relieve y eso lo tratamos de relacionar con el entendimiento del paisaje desde la cultura, cómo se va modificando el paisaje y cómo un paisaje que parece natural, eventualmente puede tener mucho de intervención humana”, comenta Moreira.
Según el científico, la situación actual de la reserva es la siguiente: “Hoy vemos llenos de cultivos de paltos, antiguamente eran ‘cerros pelados’, pero no es así, hay especies vegetales, animales, hongos, una diversidad asociada. Y esta diversidad es la causante de capturar el agua para dotársela al valle. Entonces hay una serie de relaciones que nosotros tenemos que estudiar de forma fragmentada para después entenderlas como sistemas. Ese es nuestro desafío, integrando geografía física, vegetación, agua, suelo con los que es uso humano actual e histórico, requiere bastante estudio y al mismo tiempo nos damos cuenta que es un campo que no tiene límites, por lo que no podemos dejar de trabajar en forma interdisciplinaria”, añade el investigador.
“Los parques nacionales o áreas protegidas, tienen un entorno de área protegida que se llama zona de amortiguación, en la cual puede haber cultivos, y después tienes otro entorno, o anillo concéntrico, donde puede haber zonas urbanas. Esta relación se busca que sea lo más armónica posible, pero con la instalación de grandes proyectos de inversión y muy contaminantes, esta pretensión de equilibrio se rompe dramáticamente. El gobierno de turno da prioridad a los proyectos, sobre las normativas ambientales, y vemos a los mismos servicios ambientales atados de manos, diciendo ‘pucha me gustaría apoyar, pero no puedo hacer nada, entonces si la persona a cargo del servicio de evaluación ambiental te está diciendo que no puede hacer nada, estamos mal, nos vemos enfrentados a ese tipo de situaciones”, añade Moreira.
Sergio Espinoza, profesor de música e investigador de paisajes sonoros, fue uno de los estudiantes del curso. Relata que se acercó al tema medioambiental por una motivación “emocional”. “Solo veía que la naturaleza corre peligro y hay que defenderla. Desde ahí fui vinculando mi trabajo, grabando en lugares naturales, de las protestas, recopilando testimonios. Básicamente mi trabajo se divide en dos áreas; una que es paisaje sonoro y patrimonio inmaterial; y por otro lado, los paisajes naturales u ojalá poco intervenidos, zonas de amortiguación, ahí aplico conceptos que he aprendido en el curso y en la organización LAB (Libre de Alta Tensión)”.
Reserva de la Biósfera La Campana-Peñuelas
Zonas de sacrificio versus reservas de la biósfera
En 2018, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) publicó un mapa de conflictos socioambientales que da cuenta de 116 puntos de conflictos a lo largo del país, además de 31 otras situaciones que fueron archivadas. En el caso de la Región de Valparaíso, se identificaron 19 conflictos.
“Es bastante paradójico lo que ocurre en nuestra región, una zona de sacrificio declarada, una cuestión bastante fuerte al escucharla y que a pocos kilómetros tengas una reserva de la biósfera. Tenemos esta dualidad de una zona que está destinada a ser un territorio absolutamente dañado por la instalación de empresas, versus un territorio que está reconocido a nivel mundial como un ecosistema a cuidar. Entonces llama la atención que en nuestra legislación es aceptada la zona de sacrificio, pero no recocida la reserva de la biósfera. Cuando hablamos de “Chile país sustentable”, de que seríamos sede de la COP 25, nos quedamos solo en el discurso, porque en decisiones estamos atrás”, dice Leguía.
Franchesca Pasten, quien vivió en la localidad de La Greda y Ventana, es geógrafa y colabora en el curso Reservas de la Biósfera. Además, ha trabajado particularmente en las denominadas zonas de sacrificio.
Para la investigadora, la consigna zonas de sacrificio, “genera un imaginario negativo de área gris, contaminada, de muerte, es un arquetipo paisajístico que no es representativo de allá, ellos reivindican estas zonas como una zona de vida”.
Por su parte, el INDH define zonas de sacrificio como “una situación de injusticia ambiental evidente, por cuanto los beneficios que genera [una industria] se reparten difusamente entre la sociedad toda, mientras que los costos ambientales son soportados por personas en situación de vulneración social y económica”.
“A pocos metros la escuela La Greda donde estudié, la escuela está con metales pesados, y cambias a los niños, pero no a la industrias. Desde los pobladores, al menos desde la localidad de Ventana y La Greda, es un concepto que no es representativo, incluso les afecta, porque existe una riqueza de paisajes. El complejo industrial es parte, y es una parte super dañina y contaminante, pero no es lo único que hay, hay geositios, están los acantilados, están las memorias de las personas, la caleta”, añade.
No obstante, Franchesca Pasten, también explica que en la bahía de Quintero-Puchuncaví, está la agrupación de Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia, “ellas desde el ecofeminismo, se reapropian del término. Me comentaban que la persona que dio el visto bueno a la instalación del complejo industrial, dijo algo así, como ‘para el progreso hay que hacer algunos sacrificios’, por eso se reapropian del término y lo asocian a la resistencia de la vida, lo transforman en una consigna, para visibilizar el conflicto, pero también ver la otra perspectiva, de la gente que vive allá”.